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La importancia de la asistencia a clases
Asistir a clases, tanto por parte del docente como del alumno, es un requisito básico para logar un aprendizaje eficaz, incluso en los casos de educación a distancia, donde se necesita que ambas partes del proceso educativo tengan un vínculo permanente.
Por supuesto, existen circunstancias graves, que impiden asistir a clases. En el caso de los docentes puede remediarse con maestros suplentes, aunque esto también posee un impacto negativo ya que cada educador tiene diferente personalidad y usa otras estrategias de enseñanza lo que puede confundir al alumno, además de incrementar el costo laboral.
En los educandos, aprender copiando las tareas de sus compañeros, les impide escuchar las explicaciones que se dan en clase, participar en debates y experiencias, poder preguntar e interactuar con sus pares en tareas grupales, practicar la escucha activa, la lectura, etcétera.
Hay casos en que el problema de salud es grave y por supuesto, restablecerla es la prioridad, pero muchas veces tanto docentes como alumnos no asisten a clases cuando podrían organizar de otro modo sus actividades permitiéndose hacer todo a diferente tiempo, por ejemplo cuando se falta por tener que ir al médico, cuando puede programarse el turno en otro horario o simplemente se falta por carecer de motivación.
Recuperar el tiempo de ausencia no es nada fácil, y requiere de un esfuerzo mucho mayor, ya que el alumno, sobre todo cuando es pequeño, carece de autonomía para aprender y necesita una guía u orientación didáctica.
Es verdad también que estar en el salón de clases no es una garantía de que se aprenda, ya que si el docente no se preocupa por guiar a los alumnos en su proceso y/o los educandos están físicamente presentes pero mentalmente ausentes, pensando en otra cosa o haciendo otras actividades (conversando, molestando o usando su teléfono celular), también será un tiempo perdido; pero si combinamos presencia con responsabilidad, atención y compromiso, no cabe duda de que el resultado será exitoso.
Lectura e imaginación
El hábito de la lectura es esencial para estimular la imaginación y desarrollar individuos ingeniosos y creativos, que puedan ser capaces de soñar y luego llevar a la práctica un mundo mejor.
Si bien la imaginación en el ser humano es un don natural, la buena lectura (la que trasmite valores) es capaz de hacerla fluir de un modo mucho más intenso, pues la despierta, la provoca, la estimula.
Nos quejamos de que nuestros niños y jóvenes se aburren y pierden la capacidad de asombro a pesar de tener muchas fuentes de distracción, y es porque los nuevos pasatiempos si bien algunos son interactivos, les dan las propuestas de intervención armadas, con imágenes ya construidas, donde la imaginación casi no toma participación.
Cuando leemos si bien podemos tener algunas ilustraciones en el texto, debemos imaginarnos muchas situaciones o datos, armar la historia en nuestras mentes, ponerles un contexto, un alma. Si vemos una película o jugamos un video juego, ya eso está armado, dado por la imaginación de su creador, no por quien participa de modo pasivo, aún cuando deba en los videojuegos sortear trampas o vencer rivales que ya están prediseñados.
Cuando se lee, el sujeto se transporta a mundos fantásticos, que luego puede reinventar en historias propias que puede escribir o contar, además de ser un instrumento esencial para dominar los secretos de la lengua, tanto en cuanto a la riqueza del vocabulario como a su correcta manera de escribirlo.
Con esto no queremos echar por tierra ni desmerecer los avances tecnológicos, sino destacar el papel complementario de la lectura tradicional con respecto a ellos, ya que cada uno tiene un aporte diferente y estimula otras aptitudes. Sería muy positivo, por ejemplo que un niño leyera un cuento, se lo imaginara, lo contara, lo dibujara y luego lo viera en una película, para comparar lo que él imaginó con lo que otro logró crear, y advertir de este modo que la imaginación es capaz de tomar tantas formas distintas como sujetos que la empleen.
Educación para la vida
Esta finalidad de la educación escolar es la que jamás debemos perder de vista, ya que engloba cualquier otro objetivo. Educar para poseer conciencia cívica, para ingresar a estudios superiores, para el mundo del trabajo, es en definitiva educar para poder vivir en plenitud, en armonía de cuerpo y alma, sabiendo pensar para resolver nuestros problemas cotidianos, cualquiera sean, que los habrá, ya sea que se dediquen a ser amas de casa, profesionales universitarios, sean empleados públicos o privados o empresarios.
Una educación eficaz debe preparar para formar seres humanos dignos, que aprendan a respetar los derechos humanos propios y ajenos, tengan conciencia cívica, sean difícilmente engañables, y haya aprendido a pensar, siendo deseable que en la última etapa de su formación hayan identificado una escala de valores propia y positiva, y posean una estructura cognitiva sólida y relacionada, con contenidos significativamente incorporados.
Cada momento que transcurre en la escuela, dentro del aula, en el patio de recreos, en el lugar destinado a educación física o en la sala de música, debe aprovecharse para enseñar contenidos conceptuales, pero sobre todo procedimentales y actitudinales.
En el salón de clases comparten las tareas y explicaciones una gran heterogeneidad de estudiantes con aspiraciones, aptitudes e inclinaciones diversas. No sabemos si seguirán estudiando, qué profesión escogerán, o si trabajarán, y en este caso en que sector de actividad. Sin embargo, todos ellos tienen algo en común, necesitan contar con las herramientas básicas para sortear los obstáculos que la vida les interpone en su camino de la mejor manera posible: todos necesitarán participar de la vida pública, defender sus derechos, realizar cálculos matemáticos, interpretar un contrato, relacionarse con sus vecinos y compañeros de estudio o trabajo, saber si las propuestas que les ofrecen son genuinas o engañosas; y esa es la tarea insoslayable de la escuela, darle a los niños y adolescentes las herramientas que los preparen en cualquier camino que emprendan: un pensamiento rico y estructurado, capacidad de aprendizaje autónomo, posibilidad de repensar sobre su propio aprendizaje (metacognición) una escala de valores positiva, pensamiento crítico, autovaloración y conciencia cívica.
Agrupamientos flexibles en el aula
Agrupar en el aula implica formar conjuntos de alumnos para que trabajen en forma cooperativa y solidaria, e incluir en ellos a cada uno según sus particulares condiciones, gustos y características personales. Esto no debe implicar un encasillamiento ya que lógicamente el maestro o el alumno si es él que eligió el grupo, pueden equivocarse en cuáles son las necesidades de cada niño, o éstas ir cambiando, y si ve que se adaptaría mejor intelectual y/o socialmente en otro grupo, allí será asignado.
Si el pedido de cambio de grupo no se basa en cambio de intereses sino que surge un problema de desavenencias en el grupo, no debe cambiarse de modo inmediato al alumno que se queja a otro grupo, ya que es una buena oportunidad para tratar el tema de la resolución de conflictos a través del diálogo.
Los agrupamientos deben hacerse en función de las aptitudes cognitivas y sociales, el tipo de personalidad, las preferencias y habilidades, el ritmo y modo de aprender, etcétera).
Sin embargo, no debemos entender que los grupos deben estar integrados por escolares con características homogéneas, ya que ésta es solo una forma de agrupar, que puede ocasionar desigualdad con respecto a las oportunidades. Sería aconsejable este tipo de grupos, si la homogeneidad respondiera a intereses comunes, por ejemplo a la hora de hacer una investigación, que trabajaran juntos aquellos que compartan motivación por una misma temática, pero no es tan recomendable a la hora de reunirlos por aptitudes, pues sería discriminatorio, y además, les restaría posibilidad de progreso.
En la agrupación heterogénea cada uno crece junto al otro, advirtiendo sus fortalezas y debilidades, teniendo mucho para dar de sí y otro tanto que aprender de los demás. Los grupos pueden ser grandes y hasta abarcar a todos los alumnos del salón de clases o pequeños, pudiendo hacerse los grupos por elección de los niños, por sorteo, por indicación del maestro, recomendándose que sean rotativos. También un mismo alumno puede formar parte de diferentes grupos para tareas distintas, lo que facilitará la integración social de todos los actores.
El gusto de leer
Muchos niños jóvenes, y también adultos, han perdido el gusto por la lectura, impresionados por la invasión de imágenes que captan su atención de modo más espectacular y contundente. Sin embargo, la lectura es otra cosa. Hace que el lector tenga un mayor compromiso, ya que exige prestar mayor atención, interpretar las palabras e imaginar los sucesos.
Quien lee asiduamente tiene mejor redacción, más comprensión lectora y menos faltas de ortografía.
La lectura y los medios visuales, no son incompatibles, sin embargo. Yo he disfrutado mucho leyendo un buen libro, y luego viendo su proyección cinematográfica basada en el mismo, para compararlos. En argumento, el ganador fue sin dudas el libro, pero visualmente, la versión cinematográfica, me aportó muchísimo.
Leer debe constituirse en una tarea placentera, querer saber lo que las páginas encierran por curiosidad, y por lo tanto, el material de lectura debe ser motivador y estar acorde con la edad del lector. Los padres tienen en ello mucha responsabilidad. Los niños imitan, y si ven que en la casa se lee, querrán hacerlo. Si se les lee cuentos de pequeñitos, ellos querrán poder hacerlo por sí mismos, lo antes posible, si se los ha educado en la independencia.
Muchos programas escolares incluyen lectura de textos muy aburridos y alejados de los intereses de los niños o adolescentes a los que se destina. Es bueno que cada persona tenga preferencias por cierto tipo de temas, y debería darse las consiguientes opciones, entre varios textos de calidad, para que se realice la selección, y el alumno sienta que está involucrado en su aprendizaje, que se toman en cuenta sus gustos; y si el libro no le agradó, debe tener la oportunidad de expresar por qué, para recomendar el profesor otro libro, que responda a sus necesidades.
¿Qué hacer en Vacaciones?
Al empezar las vacaciones escolares, la mayoría de los padres no hemos podido aún o no podremos salir de vacaciones. Nuestros hijos han estado esperando ansiosamente este período de descanso, mientras que para los padres la idea de que los niños tengan todo el día libre en la casa es angustiante aún desde antes de su inicio.
Nuestro temor muchas veces fundado es que este receso escolar se transforme en una época de descontrol, en la que los niños duermen hasta muy tarde, miran televisión por largas horas o se pasan todo el día frente al computador. Si a esto le agregamos el temor de muchos padres que sus hijos olviden parte o gran parte de lo que aprendieron durante el año escolar y muchas veces con tanto esfuerzo las vacaciones de los niños se transforman en un período que no es fácil de manejar.
Para comenzar, conviene tener presente que vacaciones no debe ser para los niños sinónimo de hacer lo que quieran y cuando quieran. Siempre es importante que los padres mantengan un control sobre los horarios de sueño y comidas, aunque no sean tan rigurosos como durante el período escolar. Lo mismo corre para los permisos para las salidas de los hijos mayores y ciertas rutinas mínimas de ayuda en las tareas de la casa.
Aunque la formación básica en esta labor tan ambiciosa debería partir de la escuela, desde la primera entrada por la puerta, lo cierto es que, como decimos, se trata de una serie de habilidades de adquisición compleja y muy personalizada: tanto que, por muchos esfuerzos que otras personas hagan por ayudarte, quien mejor puede "enseñarse" a gestionar el tiempo es, ni más ni menos, TÚ.
Cada persona es diferente: cada cual tiene su umbral de concentración, su capacidad de esfuerzo (que se aprende, sí, pero con la práctica...tras años y años de práctica), sus condiciones de vida peculariares (tiempo disponible de descanso y recuperación, por ejemplo) y otras particularidades, como la memoria de cada cual o los gustos, que pueden influir mucho en la capacidad de dedicación a unas tareas y a otras. Por eso, la primera cosa que debes hacer es conocerte: poniendo en práctica técnicas más o menos standard y personalizándolas, adaptándolas, según te funcionen, mejorándolas y ajustándolas a ti. Lo cierto es que una gestión eficaz de las tareas te asegurará, por ejemplo, más tiempo libre y menor estrés.
El aprendizaje de otro idioma (distinto del propio, que nos resulta familiar) es una tarea compleja, pues debemos asignar a los objetos que ya tenemos identificados con nuestros símbolos lingüísticos, otros símbolos que nos son extraños.
Este nuevo idioma tendrá características propias, sintácticas y ortográficas, además de semánticas, que representarán un problema, pues el alumno tenderá aplicar las reglas gramaticales de su idioma, al nuevo. Sin embargo en este complejo mundo globalizado, aprender idiomas se hace una necesidad impostergable.
Es por eso que se recomienda comenzar cuanto antes con el aprendizaje de otra lengua, para que no resulte tan extraña, y no tenga el niño tan incorporados los elementos de la lengua propia, que le resulte mucho más difícil resignificar.
Se aprende por supuesto mucho más fácil el segundo idioma cuando por ejemplo una persona se muda de un país a otro que tiene otro idioma, pues aunque siga hablando el propio en el seno del hogar, se verá obligado a emplear el nuevo lenguaje en sus actividades sociales.