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Educación para la vida |
Esta finalidad de la educación escolar es la que jamás debemos perder de vista, ya que engloba cualquier otro objetivo. Educar para poseer conciencia cívica, para ingresar a estudios superiores, para el mundo del trabajo, es en definitiva educar para poder vivir en plenitud, en armonía de cuerpo y alma, sabiendo pensar para resolver nuestros problemas cotidianos, cualquiera sean, que los habrá, ya sea que se dediquen a ser amas de casa, profesionales universitarios, sean empleados públicos o privados o empresarios.
Una educación eficaz debe preparar para formar seres humanos dignos, que aprendan a respetar los derechos humanos propios y ajenos, tengan conciencia cívica, sean difícilmente engañables, y haya aprendido a pensar, siendo deseable que en la última etapa de su formación hayan identificado una escala de valores propia y positiva, y posean una estructura cognitiva sólida y relacionada, con contenidos significativamente incorporados.
Cada momento que transcurre en la escuela, dentro del aula, en el patio de recreos, en el lugar destinado a educación física o en la sala de música, debe aprovecharse para enseñar contenidos conceptuales, pero sobre todo procedimentales y actitudinales.
En el salón de clases comparten las tareas y explicaciones una gran heterogeneidad de estudiantes con aspiraciones, aptitudes e inclinaciones diversas. No sabemos si seguirán estudiando, qué profesión escogerán, o si trabajarán, y en este caso en que sector de actividad. Sin embargo, todos ellos tienen algo en común, necesitan contar con las herramientas básicas para sortear los obstáculos que la vida les interpone en su camino de la mejor manera posible: todos necesitarán participar de la vida pública, defender sus derechos, realizar cálculos matemáticos, interpretar un contrato, relacionarse con sus vecinos y compañeros de estudio o trabajo, saber si las propuestas que les ofrecen son genuinas o engañosas; y esa es la tarea insoslayable de la escuela, darle a los niños y adolescentes las herramientas que los preparen en cualquier camino que emprendan: un pensamiento rico y estructurado, capacidad de aprendizaje autónomo, posibilidad de repensar sobre su propio aprendizaje (metacognición) una escala de valores positiva, pensamiento crítico, autovaloración y conciencia cívica.
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Agrupamientos flexibles en el aula | Agrupar en el aula implica formar conjuntos de alumnos para que trabajen en forma cooperativa y solidaria, e incluir en ellos a cada uno según sus particulares condiciones, gustos y características personales. Esto no debe implicar un encasillamiento ya que lógicamente el maestro o el alumno si es él que eligió el grupo, pueden equivocarse en cuáles son las necesidades de cada niño, o éstas ir cambiando, y si ve que se adaptaría mejor intelectual y/o socialmente en otro grupo, allí será asignado.
Si el pedido de cambio de grupo no se basa en cambio de intereses sino que surge un problema de desavenencias en el grupo, no debe cambiarse de modo inmediato al alumno que se queja a otro grupo, ya que es una buena oportunidad para tratar el tema de la resolución de conflictos a través del diálogo.
Los agrupamientos deben hacerse en función de las aptitudes cognitivas y sociales, el tipo de personalidad, las preferencias y habilidades, el ritmo y modo de aprender, etcétera).
Sin embargo, no debemos entender que los grupos deben estar integrados por escolares con características homogéneas, ya que ésta es solo una forma de agrupar, que puede ocasionar desigualdad con respecto a las oportunidades. Sería aconsejable este tipo de grupos, si la homogeneidad respondiera a intereses comunes, por ejemplo a la hora de hacer una investigación, que trabajaran juntos aquellos que compartan motivación por una misma temática, pero no es tan recomendable a la hora de reunirlos por aptitudes, pues sería discriminatorio, y además, les restaría posibilidad de progreso.
En la agrupación heterogénea cada uno crece junto al otro, advirtiendo sus fortalezas y debilidades, teniendo mucho para dar de sí y otro tanto que aprender de los demás. Los grupos pueden ser grandes y hasta abarcar a todos los alumnos del salón de clases o pequeños, pudiendo hacerse los grupos por elección de los niños, por sorteo, por indicación del maestro, recomendándose que sean rotativos. También un mismo alumno puede formar parte de diferentes grupos para tareas distintas, lo que facilitará la integración social de todos los actores.
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El gusto de leer | Muchos niños jóvenes, y también adultos, han perdido el gusto por la lectura, impresionados por la invasión de imágenes que captan su atención de modo más espectacular y contundente. Sin embargo, la lectura es otra cosa. Hace que el lector tenga un mayor compromiso, ya que exige prestar mayor atención, interpretar las palabras e imaginar los sucesos.
Quien lee asiduamente tiene mejor redacción, más comprensión lectora y menos faltas de ortografía.
La lectura y los medios visuales, no son incompatibles, sin embargo. Yo he disfrutado mucho leyendo un buen libro, y luego viendo su proyección cinematográfica basada en el mismo, para compararlos. En argumento, el ganador fue sin dudas el libro, pero visualmente, la versión cinematográfica, me aportó muchísimo.
Leer debe constituirse en una tarea placentera, querer saber lo que las páginas encierran por curiosidad, y por lo tanto, el material de lectura debe ser motivador y estar acorde con la edad del lector. Los padres tienen en ello mucha responsabilidad. Los niños imitan, y si ven que en la casa se lee, querrán hacerlo. Si se les lee cuentos de pequeñitos, ellos querrán poder hacerlo por sí mismos, lo antes posible, si se los ha educado en la independencia.
Muchos programas escolares incluyen lectura de textos muy aburridos y alejados de los intereses de los niños o adolescentes a los que se destina. Es bueno que cada persona tenga preferencias por cierto tipo de temas, y debería darse las consiguientes opciones, entre varios textos de calidad, para que se realice la selección, y el alumno sienta que está involucrado en su aprendizaje, que se toman en cuenta sus gustos; y si el libro no le agradó, debe tener la oportunidad de expresar por qué, para recomendar el profesor otro libro, que responda a sus necesidades.
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Aprender otro idioma. | El aprendizaje de otro idioma (distinto del propio, que nos resulta familiar) es una tarea compleja, pues debemos asignar a los objetos que ya tenemos identificados con nuestros símbolos lingüísticos, otros símbolos que nos son extraños.
Este nuevo idioma tendrá características propias, sintácticas y ortográficas, además de semánticas, que representarán un problema, pues el alumno tenderá aplicar las reglas gramaticales de su idioma, al nuevo. Sin embargo en este complejo mundo globalizado, aprender idiomas se hace una necesidad impostergable.
Es por eso que se recomienda comenzar cuanto antes con el aprendizaje de otra lengua, para que no resulte tan extraña, y no tenga el niño tan incorporados los elementos de la lengua propia, que le resulte mucho más difícil resignificar.
Se aprende por supuesto mucho más fácil el segundo idioma cuando por ejemplo una persona se muda de un país a otro que tiene otro idioma, pues aunque siga hablando el propio en el seno del hogar, se verá obligado a emplear el nuevo lenguaje en sus actividades sociales.
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